Sí amor… ¡Eres tú!

Esa tarde tan llena de deseos guardados.

Esa boca que tenía acumulados tantos besos sólo para ti.

Esa mirada que mis ojos añoraban…

En sí, todo tú estabas ahí, frente a mí.

Parado, viéndome y yo al verte sentí que todos mis poros se abrían, que mi piel se enchinaba y mi corazón comenzaba a acelerarse drásticamente.

¡Cuántos días sin ti!

No sabía que podíamos estar sintiendo el uno por el otro.

Porque quizá escribir cosas en la lejanía ayuda… Pero no es lo mismo al vernos.

No es lo mismo imaginar tu mano en mi pierna… Que verla deslizarse.

No es lo mismo recordar un beso… Que verte cerrar los ojos al dármelo.

Tocarte, olerte, sentirte, amarte…

Amarte de manera terrenal, de manera intensa, de manera que nos fusionemos.

Poner tu mano sobre la mía y entrelazar los dedos, sentir cómo nos agitamos, cómo gozamos, como se enciende la pasión, ningún texto lo podría describir si no se vive, si no se recorre un cuerpo a besos, si no se siente esa caricia en la espalda.

Las palabras se pierden y sólo hay sonidos… Sonidos que nos envuelven y nos elevan.

Necesité toda una vida para encontrar quien me hiciera sentir plena en todo.

Quien sin decirme todo en un discurso, me diga todo al tocarme.

Alguien que sin prometerme amor eterno, sigue conmigo.

Alguien que con una sonrisa o un guiño de ojo, me llene la vida de colores.

Alguien que al abrazarme me haga sentir tan segura y al oír el latido de su corazón pegado al mío, me haga saber que más allá del tiempo, de lo terrenal… Estamos unidos por convicción, por amor.