Sigilosa… Siempre al pendiente la eterna soledad

Mi soledad me acompaña día con día, aguarda primero impaciente, luego segura de que no se apartará de mi camino; de que no tendrá que fatigarse para alcanzarme.

Mi soledad respira de mi aliento, come de mis sollozos, bebe de mis lágrimas, se cubre con mis ojos. No se agita, sabe que no se irá, sabe que nunca se irá, que siempre estará.

Por momentos se llega a ocultar tras efímeras sonrisas, esperando en largos silencios, tornándose a veces hiriente y en otras ocasiones compasiva, un tanto lastimosa.

Se siente al respirar, densa como la muerte, fría como el destierro, en cada una de mis lágrimas; en cada uno de mis suspiros, en cada uno de mis desvelos, ahí está fiel guardiana de mis silencios.

Por momentos parece que se desvanece, tan sólo para seguir aquí, nutriéndose de tus rechazos, gozando de tu lastimosa indiferencia, para hacerse aún más fuerte a veces indestructible; observándome aún llorar de noche… Incluso de día.

Tratando de encontrar la efímera felicidad de tu sonrisa, hurgando en cada uno de tus besos, un rayo de amor para dejarla atrás, en el camino, olvidada.

Al menos oculta por un instante, esta soledad sofocante que se adhiere a mi alma obscureciendo mi corazón, dejándolo día con día hasta el final de mi vida.