Todo es culpa de los cuentos de princesas
Tontos cuentos de princesas, todo es su culpa, ilusionando a las pequeñas e inocentes niñitas con la idea del amor perfecto e infinito, un amor que llega tan fácil; basta con besar a un completo desconocido o con perder una zapatilla, o en el peor de los casos besar un sapo (zoofilia ¿Dónde?). Ilusionándonos desde tiempos inmemorables con la idea del príncipe azul, valiente, guapo, todo un caballero, siempre con dinero y castillos (claro porque si es pobre y feo se le quita lo interesante, aquí lo importante es convertirse en princesa).
Príncipes tan apuestos que vienen de reinos muy lejanos a pelear con dragones o lo que sea, con tal de besar a su amada y completamente desconocida mujer, para casarse al día siguiente. A pero eso sí, una mujer súper esbelta y bonita, con dotes de todo tipo, limpian, leen, cantan, bailan, e incluso hablan con los animales.
La vida real no es así, si se quiere un amor perfecto e infinito se necesita de tiempo y de mucho trabajo; no te vas a casar tres días después de conocer a alguien, se necesita conocer a la persona y esforzarse para mantenerse juntos. Y no sólo los príncipes guapos y millonarios se casan con hermosas doncellas (bueno sí lo hacen, pero eso no siempre es por amor). Los príncipes sin dinero y no muy guapos también pueden terminar con una súper princesa millonaria o con cualquier doncella. Incluso la mujer puede superar a el hombre ¿Qué tal que ella salva al príncipe? ¡Basta de estereotipos!
¿Por qué no cambiar los cuentos de princesas?, podemos contar hermosos cuentos de princesas que por sí solas superan sus problemas sin necesidad de un hombre. Hermosas historias de amor, en donde no baste sólo una noche, para casarse, sino que se vea lo hermoso que es conocer y enamorarse de alguien en tiempo real; cuentos de princesas que no son esclavas, ni sirvientas, ni que estén encerradas en la torre más alta y que por lo tanto no necesitan ser rescatadas. Cuentos de jóvenes normales, con cuerpos normales, con actividades normales, con vidas normales, con relaciones amorosas normales, jóvenes que no se convierten en princesas.