Tus recuerdos son mis peores demonios
La noche parecía eterna, como si el sol no fuese a salir jamás, el viento golpeaba mi ventana con la misma furia desatada que yo sentía en el corazón.
Mis manos temblaban, me desvanecía con gran lentitud. Los pensamientos, las imágenes en mi mente, era algo difícil de clarificar. Las lágrimas emergían de mis ojos deslizándose por las mejillas, rozando mis labios con un sabor salobre difícil de olvidar.
Me abatía la pérdida, mientras la soledad murmuraba a mí oído, me quebraba por dentro una y otra vez, pues sabía que no te volvería a ver.
Quisiera que sintieras lo que yo: el dolor tan grande que presiona mi pecho, el vacío en el estómago, esa sensación inexplicable que recorre todo mi cuerpo llena de angustia y desesperación.
La agonía es tan larga y dolorosa, tus recuerdos son mis peores demonios, me quitan el aliento y me arrebatan el sueño.
Recuerdo tu aroma por las mañanas, tu rostro al dormir, tus imprudencias, cada una de tus caricias que vestían mi piel al quedarse desnuda, los juegos de cada noche, las charlas de largas horas, el primer beso aquella madruga mientras tomabas mi mano y la primera noche juntos donde el deseo de ambos era insaciable.
No quiero olvidarte, si así lo hiciera se irían contigo todos mis recuerdos de los gratos momentos que pasamos juntos; sería negar la historia más idílica y efímera de mi vida y con toda certeza podría decir que prefiero la agonía eterna a olvidar todo aquello que lleno mi existencia de felicidad tanto tiempo.
Y ahora en este lado oscuro de la habitación donde tantas veces hicimos el amor, sólo me acompaña tu recuerdo, algunas de tus pertenecías que aún conservan tu aroma y mi constante soledad. Pero amor mío, si alguna vez recuerdas mi nombre, si llegas a leer estas líneas… yo te sigo esperando, te sigo extrañando, te sigo amando con cada latido de mi corazón entre sombras y dolor.