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Historias

Publicado en mayo 3rd, 2015 | by Faby Roque

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Una decisión… 1ra parte. ¡Debes leer esto!

En algún punto de nuestra vida juntos, me di cuenta de que ya no éramos felices, andar por la casa cuando no estabas me traía paz, pero al voltear a ver el reloj y ver que se acercaba la hora en que llegaras a casa del trabajo, cambiaba del todo mi humor; ya no jugaba con nuestro hijo, me ponía de malas y mi humor se tornaba serio.

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Así empecé a alejarme a quedarme más tiempo en el trabajo para huir de ti, de tu aroma de tu simple presencia, en reiteradas ocasiones te pedía que ya nos separáramos, pero de alguna forma siempre había tornaba de chantaje de tu parte, siempre era poner al niño en contra, hacerlo llorar, para entonces doblarme y ceder a una nueva oportunidad juntos, de la cual yo ya conocía como sería; una semana o tres días bien y después todo volvería a ser igual de nuevo.

Entonces pasó por primera vez, sin buscarlo me llegó la oportunidad de serte infiel, y la tomé, puedo decirte honestamente que no me hizo feliz en lo más mínimo, era la primera vez que te engañaba estando casados y al final de la aventura, tenía que regresar a tu lado en tu cama, y ahí esa chispa de vida se apagaba, aunque sería a tu favor, porque me sentía culpable y trataba de poner más de mí, para salir adelante en un matrimonio roto hace años. No lo volví a hacer, me alejé de la persona en cuestión y no fue difícil, no tenía contacto con él en lo más mínimo, el detalle es que de nuevo era la vida como siempre: gritos, golpes, insultos y abusos usuales en la cama, porque era mi obligación cumplir con mi deber como tu mujer, te seguía el juego aunque nunca volteabas a ver cuántas veces lloré al tenerte sobre mí, detestaba tu aroma, tu roce, todo lo odiaba; llego el punto en el que amanecer a tu lado era un infierno, muchas veces me pregunté cómo llegamos a eso.

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Al principio nos amamos, pero tu desconfianza no te dejó ver más allá que eso y simplemente me cansó que me culparas por cosas que no hacía, y fue fácil hacerlas, la culpa ya la cargaba, así que solo necesitaba la verdadera razón y todo sería completo.

Siempre te escuchaba decir que tú ya lo tenías todo, todo lo que anhelaste de niño, tenías a tu hijo varón, tu coche, tu casa, tu perro y justo la raza de perro que siempre quisiste, y no podía faltar tu mujer bonita, no querías más. Una vez de las muchas veces que discutimos, dijiste: «la única manera de dejarte sería si te descubro siendo infiel»; y fue entonces cuando vi la regla del juego, ser infiel y que lo supieras, así mi libertad regresaría y por fin me sentiría libre y viva de nuevo, ya no soportaba estar ahogándome a tu lado.

Fue entonces que lo planeé detalladamente, y tenía a la persona perfecta, lo odiabas tanto que era idóneo para mí plan, entonces sólo me encargué de dejar el rastro de migajas, fue simple, ya que enteré a los idiotas de tus amigos, los cuales te pusieron al tanto y entonces lo reconocí; te dije que lo había hecho, entonces tu reacción se dejó venir, los gritos, los golpes… Ya estaba acostumbrada, me gritaste cuando me embaracé aquella vez y me obligaste a abortar, no una, sino dos veces y a su vez gritaste más cuando te enteraste que pedí me operaran para no tener más bebés,  quería estar bien para el hijo que sí teníamos vivo; no quería pasar por otro año en el que me culparas por un bebé que no deseabas, porque tu madre se fuera a decepcionar de ti o porque nuestro hijo tuviera que convivir con un nuevo hermano que le robara la atención.

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Aquel día cuando te dije de mi infidelidad, recordé cada una de las veces que me gritaste, esperé los golpes, aunque esta vez hubo una variante: me envolviste en cobijas me pateaste y golpeaste del cuello para abajo, no dejaste marca sólo el dolor, abusaste de mí de nuevo, como tantas veces antes, pero lo único que no vi venir fue tu petición… Cuando te calmaste al día siguiente, tu propuesta fue: “Tengamos un matrimonio abierto, vete con él, pero no me dejes”, fue cuando entendí esa frase que ya era trillada para mí, fue cuando entendí el: «Tengo todo lo que siempre anhelé, una familia, un perro, un coche, la casa y la esposa bonita”, tenías todo, y pese a todo, no me dejarías ir, no sin suplicar o dar alguna opción para no alejarme.

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Fue entonces cuando la verdadera decisión se debía tomar…


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porque todo pasa por algo y a veces es bueno escribirlo para dejar ir aquello que duele.



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