Una pequeña reflexión sobre el amor
Amo al amor, pues otro nombre no le puedo dar; amo a la nada, pues inexistente es; amo tener la capacidad de amar… Pero me invade la tristeza de no tener a quién amar. Amo… Ya no sé a qué… Simplemente amo… Y me aferro a la vida por conseguir una oportunidad de amar y probar sin medida que sé cómo amar… Pues, ¿a qué venimos a este mundo sino a amar?, ¿a qué vengo yo, si amar no puedo, que hasta me parece que esta vida no tiene significado ya?
Tan desdichado soy que envidio a aquél que pobre es en materia, mas rico en amor, y he preguntar alguna vez: ¿cuál es el secreto de un hombre así y no un hombre como yo, de poderse saber amado y amar sin haberse equivocado? A lo cual, aquél hombre envidiado no supo responder otra cosa que no me ofendiera y pidiendo disculpas. Dijo que al amor no se le compra, se le otorga, se le da, por el hecho de amar. Cuya respuesta tan simple, no me ofendió… Y recapitulé cada paso que di buscando frenético un poco de amor; y sí, aquél hombre que envidié, ahora agradecí confiarme tan simple secreto que de su corazón salió sin rebuscadas palabras, sencillas y concretas… ¡Qué error tan grande el mío al querer obtener amor con dinero!
Escribo estas líneas con esperanza y fervor a tal amor, que espero descubrir su cara para darle forma a lo que mi corazón suplica y llama amor… Pues en ti se esconde la belleza, se oculta todo indicio del amor personificado… Y me siento como el león a su presa cuando está agazapado a la espera del momento adecuado para atacar… Aguardo un día más a ti, atento a la más mínima señal y aún sin conocerte, espero poder reconocerte al verte pasar.