Verdad injusta… Disculpa a mi mente.
Ahogadas las palabras de decir el complemento de la pasión, composición del deseo y antesala de romance. Tibias caderas, ardiente espalda y unos labios con una sensualidad sin fin, todo esto con la intención de poseerte de una manera carnal y majestuosa. Todo en un grito silencioso y sigiloso que sólo aumenta la temperatura, gritos que se guardan bajo una llave de decencia y cariño. Cartas al amor y al romanticismo que raya en lo cursi, todo real y verdadero pero a fin de cuentas una ventada a ésta verdad injusta…
Una verdad absoluta, pocas veces revelada pero siempre mal vista, tabú infinito, y prohibido en ocasiones; rara la vez en que se puede expresar y sin miedo a complicaciones sólo en situaciones firmes y duraderas.
La verdad de todos, la incomodidad de muchos. Decir que tu baile me seduce de manera instintiva y sin ataduras. Que tus manos encienden el deseo, las curvas de tu desdichada sombra son las que reflejan lo que no puedo mirar y que sin temor a ti o a tu decencia, quiero poseer.
Una verdad incómoda pero existente, un deseo puro y real, el éxito de todo baile y la expresión más pura de la pasión.
Un cortejo danzante y un ritmo que poseen hasta el más primitivo ser.