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¿Y qué más?
Hay veces que el ritmo de vida de la gente no me parece suficiente, siento que mi cuerpo y alma tienen antojo de más y simplemente nada me llena. Intento de todo para intentar hacer vibrar a cada parte de mi ser, observo con valentía la realidad de la vida y siento un hambre voraz dentro de mí.
Hace poco tuve un desencanto de la vida y me encontré a mí misma frente al espejo preguntándome: ¿Esto es todo lo que hay? Entonces me paré en el borde de mi azotea y me di cuenta que la pregunta correcta sería: ¿Esto es todo lo que soy? La vida es tan fugaz que se va en un segundo y ahí estamos día a día cumpliendo con la rutina y llenando todas las expectativas que los demás tienen de nosotros. ¿Dónde quedo la emoción por la vida? La rutina me provoca asco y que las conversaciones ya no superen los monosílabos, más.
Observo a mi alrededor y siento que todo pasa en cámara lenta, todo es tan predecible, tan monótono. El hecho de tener una fecha de caducidad desde el inicio debería darnos una pista. Soy firme creyente de vivir cada día como si fuese el último. Y diariamente en mi cabeza ronda la pregunta: ¿Estarías satisfecha con tu vida si terminara hoy?
Me exijo hacer cada día más, dejar atrás las pláticas superficiales, las amistades falsas, la hipocresía, las complacencias ajenas y las acciones sin pasión…
Y así cada día me pregunto si mi yo infantil, estaría orgullosa de en lo que me he convertido.