Ya te has ido, yo vivo sin ti… ¡Gracias!
Cuando me pediste dejar atrás aquel mundo mío que se tornaba indeseable para ti por seguir el tuyo, sin titubear dije sí y te seguí. Con dudas en los bolsillos, con un saco lleno de bellas promesas y con un montón de sueños empacados en el corazón; yo te seguí. Sin voltear la mirada a todo lo que abandonaba puse mi fe en tus manos y mi alma en tus brazos, ¡mi esperanzas puestas en ti! Y yo… Yo te seguí.
Mi amor… Emprendí un vuelo a un planeta lejano de donde pensé que jamás regresaría, al menos no en estas duras circunstancias. Al menos no sin ti. Y heme aquí en esta ciudad de antaño, en este lugar donde había comenzado el viaje de mis sueños, con la cabeza gacha y con los ojos inundados en lágrimas. Derrotada, con el corazón roto y con los sueños frustrados. Lo único que llevo de ti es aquel claro momento en que te vi partir, igual que yo; con la incertidumbre como pancarta, con el pesar en la espalda pero con un brío nuevo de esperanza, pues lo que no encontraste en mí ya lo habías hallado en alguien más.
Es tanto el insomnio después de tu partida que perdí la cordura a la mitad del camino. Y navego en este mar de profundo dolor, de interminable agonía. Pero después de mi inminente locura, amor mio. Sólo resta una cosa por hacer que mitigara un poco este suplicio y es simplemente agradecerte lo que me dejaste aquí.
Te agradezco que me hayas mentido, que ocultaras que había ya alguien más contigo. Porque me enseñaste que por más que lo intenten tarde que temprano la mentira será obvia y la verdad será luz. Nada que se forje a base de engaños podrá perdurar.
Gracias por el tiempo que compartiste conmigo. Pues ahora comprendo que no importa donde o con quien esté. La felicidad es efímera. Se debe disfrutar lo poco o lo mucho, al final todo tiene un final.
Gracias por recordarme que mi mejor compañía siempre seré yo misma. No importa lo que suceda, el primer y el último recurso seré siempre yo.
Gracias por recordarme mi valor intrínseco para dejarte ir y no aceptar un amor a medias. Por recordarme que puedo y que siempre seré leal. Que en mí aún existe el valor de ser fiel y de siempre estar.
Gracias por estas noches de desvelo que me han regalado los mejores poemas que he escrito. Gracias por traerme de vuelta al origen de mi ser y mis sueños. Gracias por regalarme la oportunidad de sentir odio, amor y tristeza al mismo tiempo. Por la mejor aunque más triste experiencia que no había vivido. Gracias por haberte ido a tiempo.
Amor mío. Y es que aunque te hayas marchado seguirás siendo el amor mío; quiero agradecerte infinito que con tu partida y tu engaño me enamoraste de mí.
He vuelto a esta ciudad de antaño con el corazón hecho añicos, sola y sin ti. Con la cabeza gacha y con la derrota ante mí. Volví con una nueva historia de la cual he logrado sobrevivir y de la cual estoy segura no durará por siempre. Y es que así como inolvidable también serás una historia. Dejarás huella y dejarás un vacío, pero dejarás también mi humanidad completa y mi sentir intacto, pues el placer que yo tuve al haberte amado, quizá nunca tú lo podrás sentir.
No voy a mentir te sigo amando, lo haré por algún tiempo, lo sé, lo comprendo y lo acepto. Lo que dejé algún día por ti ya lo he perdido. Lo que dejaste en mí lo habrás ya perdido tú y jamás lo recuperarás, pues el amor que a medias se comparte, a medias te será dado.
No voy a mentir te sigo amando, y ese es el motivo para aceptar tu partida. Pero la realidad más grande es que de amarte a ti a amarme yo, prefiero entregarme completa a mí y a esta vida que dura o bella me ha enseñado que ya no te necesito más, aunque me duela todo de ti.
Que donde estés seas muy feliz.