Yo ya no espero al amor, él espera por mí…
¿Cuántas decepciones amorosas debemos pasar en la vida? ¿Alguien tiene un número exacto? O al menos un aproximado… No, nadie lo tiene, pues a menudo nos la vivimos enamorándonos de cada persona que nos habla bonito, que nos sonríe, que nos ayuda, etcétera. Y no digo que no sea hermoso enamorarse, ¡claro que lo es!. Pero es un tema que por el momento he puesto en pausa.
Hace tiempo sufrí por desamor, una gran herida que pensé que nunca cerraría, pero cerró, se fue todo el dolor, el llanto y ese amor que sentía, quedé limpia, como nueva, o al menos eso creía.
Hice un pacto con el amor, yo dejaría que el regresara a mi vida, no me cerraría a amar otra vez, siempre y cuando el no me volviera a decepcionar, no me volviera a lastimar. Pero hoy, ese pacto se ha roto. De nuevo vuelvo a dudar.
No es que sea una víctima, una mujer que sufre y sufre como en novela de televisión, soy una mujer que simplemente se cansa de las circunstancias, se cansa a pasar a segundo plano, de dejar de ser prioridad, de rogar tiempo, o mejor dicho, migajas de tiempo. Alguna vez lo hice, y fue lo peor que pude experimentar. Te hace sentir poca cosa, sin valor, que no mereces ser amada, cuidada, protegida.
Y es ahora cuando me doy cuenta que esos miedos, el comenzar a sentir eso de nuevo, en vez de acercarme y hacerme luchar por lo que tengo con esa persona, me hace alejarme, me alejo para no sufrir, para que este amor que siento se vaya apagando poco a poquito. Y sí, exactamente, todo esto es consecuencia del desamor que una vez sufrí, por eso es que creo firmemente que la herida cerró, pero esos miedos se quedaron a vivir conmigo, se instalaron en lo más profundo de mi ser, y al parecer no se marcharán por un buen tiempo.
Quizá pido demasiado, quizá soy exigente, demandante, absorbente, controladora… No, la verdad es que no soy nada de eso último, sólo que cuando amo me gusta pasar tiempo con esa persona, disfrutar los momentos, aprovechar cada oportunidad para estar a su lado, abrazarlo, besarlo, impregnarme de su aroma, tomarlo de la mano, reír, bromear, correr bajo la lluvia, vivir todas esas pequeñas cosas que se quedan muy grabadas en la memoria. ¿Soy culpable por eso?
Pero el caos comienza cuando todos esos momentos se van quedando atrás, cuando el tiempo juntos se va haciendo menos, otras prioridades van surgiendo, nuevos planes se van creando y “ese tiempo” que era para mí, se va ocupando en otras cosas… Entonces siento que poco a poco voy desapareciendo de la vida de esa persona. Por consecuencia, me alejo. ¿Mecanismo de defensa? No lo sé…
Así que, querido amor, hoy te escribo para avisarte que de nuevo hago un receso de ti, nuestro contrato queda finalizado por el momento. Ambos rompimos las reglas, rompimos un trato. No deseo preocuparme más por ti por el momento, estoy bien y estoy tranquila, no te culpo, porque me diste una oportunidad como acordamos; qué lástima que al final no fuera lo que yo esperaba, no te preocupes, fue cosa mía.
Regreso de nuevo a la vida en solitario, pero firmemente sé que estaré bien, pues la verdadera felicidad está únicamente en nosotros, en lo que hagamos y sintamos, no en otra persona. Ahora estoy convencida de que el único contrato que haré será conmigo misma, con la vida y con todo lo que tengo.
El amor seguirá mirándome de lejos, esperando a que de nuevo esté lista para abrir los brazos y recibirlo. Quizás un día nuestro trato sea renovado de nuevo…
Por lo pronto, mi corazón se quedará tranquilo, ya la vida dirá…