Sus ojos eran tan negros como la noche y cada que me miraba, me hacÃ..." /> Carta de un hombre enamorado – El Perla Negra

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Historias

Publicado en junio 8th, 2015 | by Maribel Santiago

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Carta de un hombre enamorado

Sus ojos eran tan negros como la noche y cada que me miraba, me hacía enloquecer de amor; fue así como quedé hechizado y sé que nunca jamás veré ese destello en ningún otro par de ojos, no como los de ella, nadie nunca me hará sentir tan especial cuando me mire como lo hacía ella…

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Ella y yo ya no estamos juntos, cada quien tomó un rumbo diferente, nuestros sueños colapsaron, nuestros caminos se descosieron para siempre. Sé que ella me amó y yo también le amé firmemente y lo que más recuerdo de ella, son sus hoyuelos al sonreír. Sé que la herí a morir, nunca pondré perdonarme todo lo que la hice sufrir, me hubiera gustado que ella estuviera bien desde que nos conocimos, que no tuviera ni una sola cicatriz, que nadie nunca la hubiera herido, no como yo, no como lo hice.

No sé si ha perdonado, quisiera regresar el tiempo y haber hecho mi trabajo, quisiera, pero es muy tarde, tengo tantos defectos, ¡oh Dios mío! Ella tenía razón, todo el tiempo lo tuvo y yo lo arruiné. De pronto todos mis miedos se hicieron realidad, no me dí cuenta cuando la perdí, no note que estaba distante, que ocupaba su tiempo en otras cosas, menos en mí, que sonreía a fuerza y que lloraba por las noches sin parar, no me día cuenta de que le hacía daño con mi inseguridad, no me dí cuenta de como sucedió pero pasó, ella se fue y no pude hacer nada para detenerla…

Amé tanto todo lo que me dio, hizo tanto por mí como nadie nunca, me enseñó tantas cosas, y una de tantas es que la edad no quiere decir madurez. La extraño tanto, pero traicioné su recuerdo porque ahora estoy con alguien más y no quiero herir a nadie , pero sé que la estoy hiriendo al hablarle, no puedo detenerme, ella es la única que puede hacerlo, aunque no vuelva no quiero dejar de saber de ella,  sé que ella en cualquier momento desaparecerá, es inevitable.

Recuerdo el olor a frutas de su cabello y mi palpitar se acelera, todos esos caminos que recorrimos, ¡qué proeza!, sus pequeñas manos, su esencia y su cuerpo incandescente junto al mío, me dio la lección más importante en mi vida, jamás nunca podré reemplazarla.

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