Cuatro metros hacia el pecado
Los 4 metros que caminabas de mi cama a la regadera yo los encontraba semejantes al paraíso, ese andar de tu cuerpo caliente tocando el suelo frío sin algo que te protegiera hacía una explosión que ni el mismo infierno ha llegado a conocer. Me gusta que eres perfectamente imperfecta y más me gusta que me gustes así, sin más, sin detallar esas perfecciones hechas sobre tu cuerpo lleno de mí, pidiendo siempre más.
Quisiera que mis pensamientos irracionales de meterme más dentro de tu cuerpo se me vuelvan realidad a la brevedad posible, quiero comenzar a rondar no sólo tu pensamiento, quiero no sólo ser besos sobre tu pecho, quiero no existir solamente entre tus piernas en un deseo carnal… quiero más, pido más, necesito más.
He estado buscando las maneras de existir dentro de ti, crearte vida y que me vivas. No sé si en una noche cualquiera lograr meterme en tu sangre y recorrerte, así entender el por qué eres fuego; también he formulado métodos todavía sin comprobar sobre cómo controlar tus latidos y he decidido meterme en lo más profundo de tu vientre ardiente para saber si tú también tienes mariposas viviendo por dentro.
Los cuatro metros que caminas de la regadera a mi cama en un acto de pureza terminan siempre siendo pecado, y siendo honestos, ¡viva (al menos sobre mi colchón) el pecado!
Morderte, subirte sobre mí, chorrearnos, volvernos uno, desaparecer, volver a existir… todo eso no pasa de cuatro metros de distancia, y en un mundo tan lleno de caminos por estos días que hemos estado juntos, prefiero sinceramente no pasarme de esos cuatro metros…