Un beso fortuito
Tus labios, indivisibles como una cuerda y sus extremos, son como los veranos: cálidos, húmedos y etéreos.
Yo no sé qué haría si nunca hubiera contemplado tus labios; seguramente no tendría entonces esa necesidad loca de separarlos… de colocarlos entre los míos, de apretarlos, de incitarlos quedamente, de poseerlos tan despacio que no te des cuenta de que ya los he hecho míos.
Y sé que podría tenerlos, podrían ser míos tus labios si no fueran tan soberbios, prepotentes, tan cerrados. Sé que podría morderlos y hacer que desearas morder los míos a cada rato, pero tus labios son indivisibles como la luz de la sombra, como la muerte callada es a la vida sorda.
Y no puedo… sé que no puedo tenerlos.
De pronto me das un beso de la nada, no sé por qué motivo decides descoser tus labios unidos para cerrarlos otra vez, con los míos.
El universo se vuelve una marejada de todo y nada… como siempre, pero más intenso. Y yo te soy sincera, confieso… quisiera que dejar tus labios abiertos en los míos se te volviera un hábito necio.