Hasta la última gota…
Ella, una mujer sin igual, sus ojos iluminaban todo. Su cuerpo era perfecto, llegó sin avisar, llegó como en su casa, me miró sin decir una palabra, ni un sólo ruido, no había nada qué decir…
Esa mirada me hizo recordar lo que tantos dicen del alma a través de la mirada… Sin pensar dejé que se acercara y sentí helar mi cuerpo, sentí humedecer mis manos y aún así… La dejé acercarse cada vez más, tomó mi mano y fui acariciando todo su cuerpo con el mío; ella, me besó con esa misma pasión que exhalan los enamorados…
Caí en su cuerpo desnudo, como si fuera el último minuto de vida, sus ojos me seguían, sentí que nos pasaba lo mismo; sus ojos eran la luz en esa habitación, me comía poco a poco… Sentí como sangre escurriendo de su boca… Esa pasión desmedida, estremecía el mundo y sentí mi latido desbordado. ¡Un amor así!, ¡desmedido!, es justo lo que esperaba…
Vi sus ojos de nueva cuenta y ella simplemente me sorbía entero… Y yo… Yo la dejaba, jamas imaginé que yo podía ser un platillo tan suculento… Cerré mis ojos poco a poco, disfrutaba su perfume, pensé que si habría que morir de amor, ese era el mejor día.