La búsqueda del amor: una búsqueda íntima
Reconocí esas lágrimas. Reconocí tus lágrimas y en ellas reconocí lo que fui.
Me abriste la puerta de tu departamento y te seguí hasta tu habitación, te tumbaste en la cama, decidiste cerrar los ojos y hundiste la cabeza en tu almohada… Para evadirme… o como si al no verme yo tampoco pudiera ver que llorabas. Para sumergirte en ese mar de dudas.
Aunque eras tú la que estaba allí, no te encontré. Me pregunté a dónde habías ido. No recuerdo cuántos días habían pasado desde la última vez que nos habíamos visto, pero en definitiva, la que estaba allí parecía alguien totalmente distinta. Entonces me tumbé también en tu cama, a tu lado. Te observé tan vulnerable como jamás te había visto. Abriste tus grandes ojos, con lágrimas miraste directo a los míos y lanzaste esa pregunta que temía me hicieras: –¿Por qué? ¿Por qué no me quiso?-. Y entonces me reconocí.
Comprendo la desesperación por querer despertar un día, lo más pronto posible, y tener esa sensación de que fue un sueño, que nada falta, que nadie se ausentó, que nadie hirió tu corazón. Desear tener la respuesta a esa pregunta que reafirma su “importancia” y no encontrarla. Yo también lo sentí.
Sal de la cama y agradece a él cuya ausencia ahora es el boleto para un viaje. Toma tu corazón. Sí, ya sé que está roto y aún en el piso, y que no estás segura si todas las piezas las tienes tú o algunas se fueron con él y entonces no sabes si podrás volverlo a armar. Humildemente, recoge las piezas que encuentres, consérvalas en tus manos y no te preocupes, en el camino sabrás qué hacer con ellas.
La búsqueda de tu amor…
Un viaje largo y eternamente placentero puede ser la búsqueda de tu amor. Aquella clase de amor del que poco nos hablan cuando somos niños.
Aquel amor único e irremplazable porque por sí solo es completo y pleno. Aquel amor que se conoce, sabe de dónde viene, a quién pertenece, lo que es y cuál es su búsqueda. Jamás se descalifica por sus limitaciones porque tanto se autoexplora que se descubre lleno de virtudes que no subestima, intenta reinventarse a diario y se siente digno de ser amado por otro… Y tanto se respeta que es capaz de evitar desencuentros y desaprobaciones de terceros.
No busca llenarse del otro, no lucha incansablemente por sobrevivir porque él existe, él es real, no vive para regalarse, ni busca su morada en otro corazón, reconoce que puede ir de visita y compartirse, pero sabe que siempre hay alguien más importante que espera por él.
Esa clase de amor que al conocerse descubrirá que existen dudas, quizá algunos vacíos y quizá a veces se desconozca, pero no es en otros que se buscará con desánimo por no encontrarse. Su búsqueda más que interna es ÍNTIMA. No sabe lo que es el hastío, goza de ser, goza de dar. Se compromete y jura fidelidad eterna a su único y verdadero dueño. Es aquel amor que no se avergüenza por sentir y que sabe exactamente cómo nombrar a cada sentimiento y sabe expresarse. Aquel amor que marca su tiempo y en cada momento afirma y se reafirma.
Ese sentimiento que evita culpar y ser culpado, que es noble y es capaz de perdonarse y perdonar al otro si lo ofende. Que nunca exterioriza una lucha porque su búsqueda es interna y pacífica.
El AMOR PROPIO… Aquel que no perece pese a los desencuentros porque sabe de su VALOR que lo hace inmortal ante su verdadero dueño.
Que el autoconocimiento sea tu brújula y mapa delimitado, que la autovaloración sea tu ropa, que la autoaceptación sea tu fiel acompañante, que el autoconcepto sea tu lenguaje. Que tu corazón sea tu maleta y que el AMOR PROPIO sea el feliz término de tu viaje íntimo.
Si alguien te invita a su territorio, no olvides llevar contigo tu brújula, tu mapa y tu corazón lleno de AMOR PROPIO, así siempre sabrás a dónde perteneces y cómo regresar sin perderte. Siempre serás libre de elegir a un tercero como compañero de viaje, sólo asegúrate de haber encontrado antes tu propio destino.
P.D. Por cierto, nunca encontré ese “porqué” que tanto se busca. Cambié la pregunta cuya respuesta sí encontré.
M.G.R.A.