La primera noche contigo…
Nos miramos un momento, ambos sabíamos lo que estaba a punto de suceder, sus ojos estaban llenos de calidez, bastaba con mirarlo para saber lo importante que él era para mí. Me dedicó esa media sonrisa que me hacía temblar de pies a cabeza, le devolví el gesto mirándolo fijamente, tratando de infundirle confianza y él comprendió lo que mi corazón deseaba en ese momento: guardarlo para siempre en mi mente.
Sus labios recorrieron mi rostro, haciendo que el corazón se me detuviera y volviera a palpitar descontrolado.
-No tengas miedo.– me susurró al oído.
No tenía miedo, no para nada, su presencia me hacía sentir todo, menos eso, lo amaba demasiado y él lo sabía. Pero, ¿podría saber hasta qué punto lo amaba?, él compartía el sentimiento, yo lo sabía, yo lo sentía cada vez que nuestras miradas se encontraban, cuando la chispa y el brillo en sus ojos crecía al tenerme cerca.
Cada poro de mi cuerpo sentía una descarga eléctrica cada vez que nuestros cuerpos se aproximaban, no sabía hasta cuándo estaríamos juntos, pero no importaba, me bastaba con saber que el presente a su lado era maravilloso. Le entregué lo único que tenía para darle, además de mi corazón y mi alma entera, le entregué mi cuerpo puro e intacto. No había nada más que yo deseara en este mundo, que saber que le pertenecía, que yo era suya, desde ahora y para siempre.
Desperté con los primeros rayos solares que empezaron a colarse por la ventana, eché un vistazo a mí alrededor, él se encontraba a mi lado, profundamente dormido, despertar junto a él, se sentía tan bien y natural, admiré su rostro en silencio, tal vez para los ojos del mundo no era perfecto, pero para mí lo era, cada línea en su rostro, cada gesto, cada mirada…
El amor que sentía por él no tenía explicación alguna y mucho menos límites, jamás podría llegar a explicar lo que mi alma, mi mente y mi cuerpo sentía por él, no había lógica para las descontroladas palpitaciones de mi corazón, para todo aquello que había sentido cada célula de mi ser ;la noche anterior, sintiéndome tan suya y él tan mío, fundiéndonos en uno solo.
Él era ahora por demás razones parte de mí, lo amaba y probablemente como nunca llegaría amar a nadie más. Acaricié el contorno de sus labios con mi dedo índice, cada nervio de mi cuerpo era una descarga, al contacto de mi piel con la suya, su reacción fue instantánea, dibujó esa media sonrisa que me robaba el aliento y me atrapó con sus brazos, los cuales se convirtieron en mi hogar por largos años…
Hasta que un día tuvo que partir por una mala jugada del destino, dejándome un mar de recuerdos, de las mil y una noches que durmió a mi lado, velando mi sueño y resguardándome con su cuerpo del frío, pero hubo una en especial, la cual atesoré celosamente en mi mente, convirtiéndose en el secreto más dulce que una mujer esconde en su corazón:
La primera noche que estuve entre sus brazos.